MASAJES RELAJANTES, DRENAJE LINFATICO, MASAJES CON CAÑAS DE BAMBÚ, REIKI, MASAJES DEPORTIVOS.
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jueves, 7 de febrero de 2013
viernes, 1 de febrero de 2013
MASAJES EN FAMILIA
Masajes en familia
Un masaje resulta benéfico tanto para quien lo recibe como para quien lo da. Dedicar un tiempo en casa a intercambiar ese regalo con los seres queridos propicia la comunicación y la apertura.
Los movimientos básicos
Lo intuitivo triunfa.Hacer aquello que nos haríamos a nosotros mismos cuando nos duele alguna parte del cuerpo es correcto. Sin embargo, existen algunas pautas para empezar a experimentar.
Empezar y acabar.Al comenzar, hay de despertar la piel del receptor. Lo más sencillo es pasar con la punta de los dedos, como acariciando, la zona que va a masajearse. Con las dos manos, una empieza y va de arriba abajo, y desde allí vuelve al principio, sin tocar. Mientras, la otra mano hace lo mismo, pero de manera alterna. Para quien recibe, la sensación ha de ser de continuidad, como si fueran unos pedales de bicicleta: mientras una mano desciende la otra asciende, sin espacios vacíos. Cuando se decide acabar el masaje en la zona, se vuelve a decir adiós de esta manera tan agradable.
Deslizar.Aplicamos aceite en la palma de la mano, la colocamos sobre la piel y, apoyando un poco el propio peso, la llevamos hacia delante. Es preferible hacerlo en dirección al corazón: para las piernas, por ejemplo, se sube por ellas desde el tobillo arrastrando la mano con un poco de presión y al deshacer el camino, se suaviza la presión, pero sin dejar de contactar con la piel. Podemos hacer el movimiento repetidas veces, calentando pausadamente la zona, y acompasar el ritmo con que se avanza a la propia respiración o a la del receptor. En ese diálogo que se va creando entre receptor y masajista, ir preguntando cómo se sienten las manos, qué presión y qué ritmo resultan más placenteros, ayuda e inspira confianza en quien está dando.
Presionar.Dejamos caer el peso sobre una parte del cuerpo de manera estática. Vamos cambiando la presión de la mano derecha a la izquierda, mientras aprovechamos para mover la que no presiona. Es como caminar pero con las manos. Cada parte del cuerpo y cada persona acepta una presión, aunque lo habitual es que en la espalda uno se pueda apoyar con todo el peso. Quien da puede disfrutar de la sensación de entrar con sus manos en la musculatura, como si abriese los tejidos, que responden relajándose. Sobre las articulaciones hay que ir con cuidado, pues son más frágiles. La presión también ha de ser más suave en los niños y las personas mayores.
Percusiones.Consisten en golpear a un ritmo constante y de manera alterna. Incrementar el ritmo y mantenerlo constante requiere algo de práctica. La forma más común de hacerlas es golpeando lateralmente con las manos sobre el cuerpo. Podemos variar, golpeando con los puños cerrados o con las palmas de la mano formando un hueco, por ejemplo.
Un espacio de diálogo
Hay que aprovechar la confianza de hacer el masaje en familia para hablar, para expresar qué es lo que nos gusta. Es un espacio para experimentar: con aceites, con esencias o con el espacio. Y en el proceso… comunicarse, saber qué nos lleva por buen camino. Ahí nace el juego en la familia: ¿con qué sorprendo en la próxima sesión? Si escucho será más sencillo: solo hay que entender adónde apuntan los comentarios del que recibe.
Un masaje resulta benéfico tanto para quien lo recibe como para quien lo da. Dedicar un tiempo en casa a intercambiar ese regalo con los seres queridos propicia la comunicación y la apertura.
Los movimientos básicos
Lo intuitivo triunfa.Hacer aquello que nos haríamos a nosotros mismos cuando nos duele alguna parte del cuerpo es correcto. Sin embargo, existen algunas pautas para empezar a experimentar.
Empezar y acabar.Al comenzar, hay de despertar la piel del receptor. Lo más sencillo es pasar con la punta de los dedos, como acariciando, la zona que va a masajearse. Con las dos manos, una empieza y va de arriba abajo, y desde allí vuelve al principio, sin tocar. Mientras, la otra mano hace lo mismo, pero de manera alterna. Para quien recibe, la sensación ha de ser de continuidad, como si fueran unos pedales de bicicleta: mientras una mano desciende la otra asciende, sin espacios vacíos. Cuando se decide acabar el masaje en la zona, se vuelve a decir adiós de esta manera tan agradable.
Deslizar.Aplicamos aceite en la palma de la mano, la colocamos sobre la piel y, apoyando un poco el propio peso, la llevamos hacia delante. Es preferible hacerlo en dirección al corazón: para las piernas, por ejemplo, se sube por ellas desde el tobillo arrastrando la mano con un poco de presión y al deshacer el camino, se suaviza la presión, pero sin dejar de contactar con la piel. Podemos hacer el movimiento repetidas veces, calentando pausadamente la zona, y acompasar el ritmo con que se avanza a la propia respiración o a la del receptor. En ese diálogo que se va creando entre receptor y masajista, ir preguntando cómo se sienten las manos, qué presión y qué ritmo resultan más placenteros, ayuda e inspira confianza en quien está dando.
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